La perdición de Merlín
Cuando Merlín vio a Nyneve, la
doncella que sir Pellinore había traído a la corte, supo que se
encontraba con su destino, pues en su pecho de anciano el corazón brincó
como el corazón de un mozo y su deseo se impuso a la edad y la
sabiduría. Merlín deseó a Nyneve más que a la vida, tal como lo había
previsto, y la acosó sin darle reposo. [...]
Fue al rey Arturo y le manifestó que era llegada la hora que una vez había predicho, pues su fin no estaba muy lejos. [...]
—Esto es incomprensible —dijo el rey—.
Eres el hombre más sabio de este mundo y sabes lo que está por
ocurrirte. ¿Por qué no elaboras un plan para ponerte a salvo?
—Porque soy sabio —respondió Merlín
con serenidad—. En la lid entre la sabiduría y los sentimientos, la
sabiduría nunca triunfa. Te he predicho el futuro con certeza, mi señor,
pero no por saberlo podrás cambiarlo siquiera en el grosor de un
cabello. Cuando llegue la hora, tus sentimientos te precipitarán a tu
destino.
Y Merlín se despidió del rey que él
mismo había creado. Se alejó de la corte en compañía de Nyneve, y
adondequiera que ella iba, él la seguía. Sabiendo el poder que ejercía
sobre el anciano, la doncella rehusaba concederle sus favores, y Merlín,
devorado por la ansiedad, invocaba sus artes mágicas para vencer esa
resistencia. [...]
Entonces Nyneve, con la innata astucia
de las doncellas, empezó a interrogar a Merlín acerca de sus artes
mágicas, insinuándoles que le daría sus favores a cambio del
conocimiento. Y Merlín, con la innata desazón de los hombres, no pudo
evitar iniciarla en sus arcanos a pesar de que preveía sus intenciones. Y
cuando regresaron a Inglaterra y cabalgaron lentamente por la costa
rumbo a Cornualles, Merlín le mostró innúmeras maravillas, y cuando le
pareció que al fin despertaba el interés de Nyneve, le reveló cómo obrar
prodigios y puso en sus manos los instrumentos para el sortilegio, le
suministró los antídotos mágicos contra la magia, y por último, en su
ñoñez, le enseñó los hechizos que no pueden quebrarse por ningún medio. Y
como ella batía palmas con juvenil alegría, el anciano, para
complacerla, creó un aposento colmado de increíbles maravillas bajo un
enorme peñasco, y con sus artes lo proveyó de comodidades, riquezas y
hermosuras, para hacer de ese lugar el magnífico recinto que presenciara
la consumación de su amor. Y los dos se internaron por un pasaje en la
roca y entraron al cuarto de las maravillas, revestido de oro e
iluminado por muchas velas. Merlín se adelantó para mostrárselo a su
amada, pero Nyneve retrocedió y obró el espantoso encantamiento que no
puede quebrarse por ningún medio, y el pasaje se cerró y Merlín quedó
atrapado para siempre, clamando a través de la roca por su liberación,
con voz apenas perceptible. Y Nyneve montó a caballo y se alejó. Y
Merlín sigue encerrado allí hasta el día de hoy, pues todo se cumplió
tal como él lo había previsto.
John Steinbeck
Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, Edhasa
Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, Edhasa
No hay comentarios:
Publicar un comentario